La amenaza comercial de la Navidad nos acecha con su suave tintineo y anuncia la llegada de un período que es cada vez es más estresante para muchas personas.
El pistoletazo de salida lo dan las comidas y celebraciones de trabajo. Parece que todo el mundo estuviese forzado a verse, siempre cae más de una y, si eres freelance o una persona con vida social activa, estás perdido.
Se habla mucho de los atracones propios de esta alegre festividad, pero no sólo nos excedemos ahí, también en casi todo lo demás.
Además de luces, la Navidad también tiene sus sombras. Los más románticos corren el peligro de caer en proyectar demasiadas expectativas y sueñan con días mágicos, con un bonito reencuentro familiar (que no siempre resulta tan ideal), o esperan un regalo en el que nadie ha pensado. Si algo falla la frustración está servida.
Después, está el estrés de las compras. Tienes que dar con el regalo perfecto sin repetirte, valorar si no te estarás pasando con los regalos de los niños y todo midiendo el presupuesto para no dinamitar tu economía.
Luego llega la desafiante ecuación familiar. Esa ineficiente fórmula matemática que consiste en organizar y contentar a padres, abuelos, suegras, padres separados y a personas que viven fuera del país y deben viajar, para tener un feliz encuentro los días más señalados. ¡Qué presión!
Todo junto, es una verdadera locura que puede derivar en que, tras las cenas de trabajo ya te sientas agotado (y solo acaba de empezar), estás en tensión en lugar de disfrutando.
Tras este análisis, es obvio que “el exceso” queda servido en bandeja de plata, un verdadero colmo de obligaciones que pueden desesperar al individuo más centrado. Conclusión: necesitas un plan de bienestar navideño de emergencia para afrontar con alegría la avalancha de estrés que te viene encima.
Hazte el regalo de comenzar a cuidarte como te mereces. Apúntate al reto y consigue tu calendario de Adviento Antiestrés, “tu cuerpo y tu mente lo agradecerán.”