Más allá del estrés estival, nuestra corporalidad

Querida lectora, que nos acompañas, mes a mes, paso a paso, el verano ya ha llegado y ha irrumpido con fuerza y vehemencia, trayendo consigo oleadas de intenso calor. Y , en este devenir escribimos unas líneas para que incluyas como siempre unos ratitos de conexión contigo misma, estar en ti y regalarte esos momentos que te permiten, habitar tu esencia más pura y auténtica.

En esta época estival, puede que mientras nos lees, disfrutas de un tiempo de descanso, de playa, de montaña, de sol, de familia, de amigos, de nuevos lugares, sabores, colores, miradas, etc. Por ello, queremos invitarte a descubrir y explorar todo lo nuevo que trae este verano, pero también lo nuevo que existe en lo que ya conoces, porque creemos que cuando toda nuestra atención se centra en el momento presente y “cambiamos las gafas” observamos y percibimos nuestra realidad con una visión que nos permite viajar incluso, en nuestro entorno más cotidiano.

“El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.” Marcel Proust

Dado que, hablamos en nuestro post anterior cómo trabajar el desapego, ahora vamos a desarrollar nuestra percepción para observar desde la curiosidad las sensaciones que experimentamos, y cómo influyen en nuestro bienestar y equilibrio emocional.

Llevamos muchos meses esperando esta época, las deseadas vacaciones, pero curiosamente cuantas veces, ese espacio tan ansiado, también puede generarnos estrés: el lugar qué elegir, las fechas, las maletas, los preparativos, qué hacer con la mascota, qué hacer con las plantas, todo lo que necesitan los niños, los accesorios para la playa y dónde los metemos en el coche, etc, y un sinfín de detalles que pueden resultarnos estresantes o no.

¿Qué pasa en nuestro cuerpo cuando sufrimos el estrés estival?

El estrés o situación de alerta es esa respuesta adaptativa necesaria para la supervivencia de las especies, por tanto, puede ser útil o positiva (eustrés) de la cual obtenemos un provecho, beneficio o resultado favorable, o “machacarte” tu día a día en su versión negativa (distrés), en la que, el resultado es desfavorable y nos perjudica.

Que sea de una manera u otra, va a depender de tu percepción, de cómo valoras cualquier cambio, mayor o menor, que se produce en tu vida. Es decir, si eliges vivirlo desde una visión constructiva, productiva y útil para tu supervivencia, o por el contrario, de forma conflictiva, destructiva, lo que te llevará a la tensión, provocando incluso agotamiento, cansancio e incluso enfermedad.

Cuando nos estresamos se activan mecanismos en nuestro cuerpo, que nos afectan directa e indirectamente. A nivel bioquímico, el eustrés es una liberación de tres sustancias en nuestro cerebro: dopamina, serotonina y noradrenalina, que nos producen la sensación de sentirnos fortalecidas, poderosas, capaces de todo, es decir, nos proporciona una satisfacción que empequeñece la experiencia que hemos vivido (fue un reto increíble, me esforcé muchísimo, no fue fácil pero lo conseguí). El distrés genera una liberación de cortisona, que nos produce la sensación de fracaso, impotencia e incluso miedo, temor o pánico, generando cansancio, agotamiento o pérdida de energía (esto me supera, me siento ansiosa, no puedo con la vida).

El objetivo no es erradicar el distrés sino empoderar nuestra visión de todos los recursos que tenemos, para abordar cualquier situación nueva desde el aprendizaje, la oportunidad, el beneficio, fortaleciendo así, nuestra percepción positiva, lo que ampliará nuestro eustrés.

Y, ahora puedes preguntarte ¿Cómo puedo hacer que esto sea más fácil?
Cuando sabemos diferenciar lo que es útil de lo que es imprescindible o indispensable para mi supervivencia pero no para mi vida, puedo vivir y percibir el estrés como un aliado, entendiendo que es algo transitorio y temporal.

Te invitamos a que en este mes de julio, observes desde la curiosidad, la próxima vez que vivas una situación que puede llegar a ser estresante para ti, por la complejidad, la novedad, el resultado, las posibles consecuencias. Una vez identificada, respira profundamente 3 veces, y observa, qué discurso narrativo te dices a ti misma, cómo es tu dialogo interno: utilizas el “hay que, tener que, deber y poder…”; no puedo dejar este trabajo, hay que hacer este proyecto para esta semana, tengo que preparar las vacaciones con mi familia política,..”, estarás desde la obligación, es decir, automáticamente tu cerebro estará generando cortisol y colocándote en distrés. Sin embargo, el “quiero”, “Quiero hacer este viaje, quiero terminar este máster, quiero disfrutar de mi familia…” hará que tu cerebro segregue dopamina y con ello, satisfacción.

Estaremos encantadas de que compartas con nosotras tu experiencia y qué decides hacer con ello.

¡¡Nuestros mejores deseos conscientes para julio y disfruta del verano con eustrés!!

Gema Menéndez y Cristina Arca